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miércoles, 21 de julio de 2010

Las velas de la plaza Helmholz Platz

Anoche venía llegando de un largo y conversado paseo junto a un querido amigo, nuevo alemán, antiguo chileno,  (y todo un berlinés) cuando al asomarme por la ventana del  departamento en el que estoy viviendo, veo en la plaza de al frente, la HelmholzPlatz, una serie de velas, conjuntos de velas,  que se veían repartidos por la plaza. No era un velatorio. No eran velas en memoria de alguien ni en protesta por algo. Eran velas de picnic. En todas esos puntitos de luz habían personas, con copas de vino, un mantel y algo rico para comer. Eran las 12 de la noche. Muchos llevaban horas y otros habían llegado hace poco, me contó Sergio, el ángel que me aloja en Berlín. Los berlineses me han impresionado por la forma de apropiarse del verano, por el uso de los espacios públicos. Se los toman todos. Algo así como las familias que van a hacer asados al Cerro San Cristóbal, o al Parque Padre Hurtado, pero acá es en todas las plazas, plazitas, plazuelas y es gratis...Alemania siempre suena a idioma complicado y frío, a gente y barrios grises, a muro. Eso está atrás, bien lejos atrás. Berlín es lejos la capital más ondera que he encontrado en mi periplo europeo, gente "laid back" como dicen los gringos (qué gran expresión). Una mezcla de Amsterdam sin cuetes libres y gente relajada. Si, está bien, es verano, pero pucha que se goza el verano en la capital.
Definitivamente saber algo de alemán ayuda, no porque la gente te va a hablar más, sino porque descifro más códigos, escritos y orales. Hablar otro idioma es hacer crecer otra cabeza. Y acá, desde este departamento de la ex Alemania oriental, con aires de pasado por todas partes, asomo mi nueva cabeza por la ventana.

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